domingo, 19 de febrero de 2012

Vendredi: La cabine d'interpretation!

Digamos que la noche del jueves al viernes no dormí mucho porque el viernes madrugué para pasarme por el consulado a dejar los papeles para las elecciones andaluzas (Burocracia, su lechuguita). ¡Menos mal que no había mucha cola!
Al salir, me fui hacia la zona de las Comisiones Europeas tranquilamente, investigué un poco esa parte. Encontré una papelería con muchísimas tonterías innecesarias que al verlas te resultan necesarias donde me compré una postal muy bonita con una foto de la India. Al pagar, la mujer que me atendió sonrió y me dijo "Vaya, una postal de mi país". Se rió y le comenté que me gustaba su país y que iría algún día. Su respuesta fue "Ah bon?" con cara de "¿qué ves allí?".
Tras dar un paseo y tomarme un Cécémel (el Cacaolat de aquí), entré en una tienda de libros de segunda mando inmensa y bonita en la que me pasé un buen rato hasta que avisé a Gemma para que bajara a buscarme y subir ¡a las cabinas de los intérpretes! Antes nos tomamos un té para hacer tiempo hasta subir. Fue muy emocionante el momento ponerme los cascos y escuchar cómo iban interpretando. Se me pasó volando y me gustaban los comentarios que hacían cuando cortaban los micros y cómo iban buscando cosas, la manera de interpretar moviendo las manos, poniendo tonos de voz, uau.
Salí super contenta y me fui a comer con Pilar a la Comisión. Para llegar pasé por el parque Léopold que tenía el lago medio congelado, como está todo aquí ahora:

Ya estaba medio descongelado pero se ve una parte (la de la derecha y el fondo) con los patos sobre las placas de hielo, y la señal de prohibido patinar, que me hizo mucha gracia.
Después de comer, me fui al centro a cambiar el dinero, a dar una vuelta y me vine para casa cual zombie, pasando antes por el Aldi para hacer unas fotos a unos productos para el trabajo de sociolingüística.
En casa dejé las cosas y me dormí un rato, tenía muuucho sueño, y me desperté porque la abuela turca empezó a gritar mucho. Pensé que el abuelo se había muerto, la verdad, porque está malito y la mujer emitía gritos angustiosos y la familia empezó a subir las escaleras rápido, a gritarse entre ellos... todo eso en turco, ¡por lo que no entendía ni papa! Al rato, todo se calmó y oí al abuelo rezar como siempre, o a lo mejor no reza él sino la persona que le acompaña...
El caso es que recogí la habitación, me duché, llegó Sara, cenamos juntas y me fui a casa de Ire donde iba a dormir porque el autobús a Amsterdam del día siguiente salía ¡a las siete de la mañana! Madrugón nos esperaba.

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