sábado, 14 de abril de 2012

Mercredi: La broma de los transportes ya no tiene gracia.

El miércoles me desperté y me fui andando hacia el Museo de Bellas Artes, de nuevo andando porque seguíamos sin transporte, donde había quedado con Irene y Cristina. En el camino vi algún autobús suelto, lo que hizo que me pusiera muy nerviosa.
Decidimos entrar en el Museo Magritte, tras liar mucho al dependiente con las entradas, caracterizado por lo pesados que son con los bolsos/abrigos y que parece que vas a bajar a la cámara de Harry Potter de Gringotts, en vez de entrar en un museo. Pasamos los controles, con un momento de retrasados: Cris llevaba su paraguas pequeño en la mano y no le dejaban pasar, querían que lo dejara en el guardarropa. Les dije que si lo podía guardar en mi bolso, que cabía y aceptaron (la estupidez humana no tiene límites: si quiero romper un cuadro no tengo nada más que abrir el bolso y volver a sacar el paraguas). Nos montamos en el ascensor, y cuando empezamos a ver el museo, nos mandaron hacia atrás porque llevábamos las chaquetas en las manos y no atadas al cuerpo. Volvimos a bajar por el ascensor cual gyncana, muertas de la risa ya que los securatas se advertían por los walkie talkies de que íbamos a ir a dejar las chaquetas. Una vez con todo correcto, continuamos viendo el museo y decidí colgarme mi super bolso de Turquía como mochila, ya que tiene esa opción. Pues bien, al momentito se me acercó otro securata pidiéndome que por favor lo llevara cogido con la mano, pegado al cuerpo o que lo bajara al guardarropa. Como os podéis imaginar, el resto de la visita la pasamos en tensión cada vez que veíamos a uno de los de seguridad. Terminamos y nos fuimos a la tienda de souvenires, donde hay un montón de cosas curiosas (después de comernos el coco intentando averiguar el significado de sus cuadros, viene bien ver juegos para niños en los que se explica qué es el surrealismo).
Salimos del museo y... ¡Sol! Se veía la ciudad con un color y una claridad preciosas. Fuimos a comer a un tailandés al lado de la Bourse en el que los platos costaban 8.50 pero había una cantidad de comida... impresionante. Tanto que nos llevamos un tupper para la cena con lo que sobró. A destacar el pavo sin sentido que nos entró a las tres comiendo.
Después de comer, fuimos por la Rue Neuve y esperamos a Pau, que salió antes del Parlamento. Ya todos juntos dimos un paseo por el centro, pasamos por Paul (cadena de boulangerie rica y cara) en donde nos compramos todos algo (descubrí que sus milhojas de chocolate están ricas de nivel lagrimón) y llegamos a la Grand Place.


Felices y contentos tras salir de Paul.

Fuimos andando hasta la zona del Sablón, donde les llevé al café de los surrealistas y nos pasamos allí el resto de la tarde, entre risas e historias. Decidí quedarme en casa de Irene a dormir para pasar más tiempo con ellos, y porque funcionaba un autobús hacia su casa, pero no a mi barrio. Nos dimos cuenta cuando nos montamos en él (tras esperar bastante tiempo) de que íbamos por la zona del centro ¡escoltados por la policía!
Ya en casa de Ire cenamos distintas cosas (Pau se tomó sus lentejas "que podrían pasar por unas de la abue o de nuestras madres") y estuvimos tumbados en las camas hablando, contándonos historias, enseñándonos vídeos... ¡muy buen día!

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