sábado, 10 de marzo de 2012

Mardi 6: Le non-top à la fuck.

El martes fue como todos los martes hasta ahora: clases de diez a seis, aunque... la semana que viene empezamos a las ocho "¡bien!" (espero que no haga falta comentar la gran ironía que pretendo transmitir con ese "¡bien!" y que de hecho este paréntesis sea sólo un estorbo para no seguir leyendo mis "emocionantes" aventuras (más ironía) ).
Bueno, a lo que iba: la clase de alemán fue bastante peor que la del lunes porque la profesora me pone muy nerviosa, no explica y como la gente sabe las cosas... las dudas a la gramática. Qué me gustan los profesores eficientes. 
Comí con María y Lea, más pasta... Y después de recorrerme con Lea todas las máquinas expendedoras de la facultad en busca de una botella de agua, me tuve que conformar con una "apetitosa" (ironía) lata de fanta de naranja. Probé en todas las máquinas y ya la última era como "esta va a ser..." encima el reponedor/mecánico estaba terminando con ella. Pues bien, metí el dinero como en las otras, seguía sin haber agua y el señor me dijo "Vaya, es lo único que no hay, te vas a tener que pedir otra cosa porque esta máquina no da cambio". Que... ¿qué? ¿¡Realmente me lo estás diciendo con las llaves para abrir la máquina en la mano!? Pues sí... así que ofuscada, me tuve que pedir una fanta, porque Lea no quería nada. Llegué a clase de medieval con la fanta, que se la di a Lucía.
Pero ahí no acaba el día: después tenía literatura africana. Esta semana con el profe más peñazo pero bueno, lo bueno que tiene es que es tan interesante que al fin y al cabo se lleva bien.
Aprendimos que los griots, que son las familias de músicos que recitaban las epopeyas, conservan sus nombres y hay gente famosa que se los pone para que no quede en el olvido. Puso una lista y... ¿Un ejemplo? "Kanute". 




Salí de clase corriendo para intentar llegar al centro con las tiendas abiertas para comprarme unos cascos y dar una vuelta por unas librerías. Peeeeero, de nuevo fracaso de misión: me bajé del tranvía y todas las tiendas acababan de cerrar: ¡bieen!
Aun así, tras maldecir el horario belga de tiendas, me fui dando un paseo para casa, parándome por el Carrefour a por un par de cosas que me faltaban.


Llegué a casa y no hice mucho la verdad... me lo tomé de descanso.

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